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El camino los unió y los separó.

Y entonces ella entendió que la sonrisa era el sentimiento que nos provocaba una persona y que no tenía nada que ver con los labios ni con la curva de la boca. Tenía más que ver con el brillo de los ojos de una persona que se había pasado más de media vida llorando. Y que ahora vuelven a llorar esos ojos. De tristeza. Porque ella no aguanta más, está cansada de fingir que está bien y es feliz. No puede atribuirle el sentimiento de felicidad a él pero hacía que toda su vida fuera diferente. Ponía luz en su vida. Y cómo no iba a quererlo, si cada vez que él la miraba, ella pensaba en lo hermoso que era. Y cómo no pensar en que iba a hacer cuando sus brazos no la abrazacen más. Ahora ella tiene que lidiar con ello. Recuerda cuántas veces le dijo que lo echaba de menos y él le decía que quería que ella estuviera allí con él. Y ella todavía sigue pensando en él y en que haría lo que fuera por seguir aferrándose a su recuerdo, por cambiar algo.  Pero su mente tiene otro plan, destroza

Lo peor que nos puede pasar es que sigamos de pie cuando nuestros pilares no sobrevivieron a la pérdida.

¿Lo peor que te puede pasar es que olvides a alguien con quien nunca has compartido unos bonitos momentos, sólo sueños y fantasías? No, lo peor que te puede pasar es que olvides a aquella persona que te ha dado sonrisas y hermosos momentos a su lado. Aunque le hayas dedicado silencios, esa persona ha sabido rellenarlos con caricias y ternura. A algunas personas les preocupa que pase el tiempo y nunca consigan salir de la tristeza que les provoca aferrarse al recuerdo. Pero a mi, ni me preocupa ni me asusta. No tengo miedo de vivir aferrada a su recuerdo, a tropezar cada vez que recuerdo su sonrisa, a mentir cada vez que te preguntan cómo estás. La verdad, es que no sabía que mentía tan bien. Hasta yo me lo creo. Incluso aprendes a sonreír sin motivos. Tampoco tengo miedo de preferir la soledad y el dolor porque no quiero volver a caer, no quiero que nadie me espere y mucho menos que espere a que se curen mis heridas. No quiero a nadie que me diga que no eche raíces, quiero a alguien

A veces sólo es necesario creer que es posible.

La vida pasa tan rápido como cuando se marcha un avión surcando el cielo y como pasan los atardeceres en tan sólo unos minutos. También hay cosas que tienen prisa por alejarse, aunque nunca se hayan acercado tanto como para notar luego su pérdida.  Como esas miradas tristes, debido a la incomprensión, que se pierden cuando nadie mira. O cuando buscamos otras respuestas a las preguntas que nos sabemos de memoria. Y cada vez que nos soñamos, nos rompemos un poco más a nosotros mismos. Los sueños nos gritan lo que queremos y, la verdad, yo ya estoy harta de que vagar en ellos sin rumbo y encontrarte al final del camino. Luego caminamos como si nada, como si quisiéramos que el tiempo fuera nuestro favor. Y todo esto lo recuerdo con el sonido de la lluvia pero no está lloviendo.  Y si luego nos encontramos en la calle, nos ponemos una máscara y dejamos que jueguen las apariencias que ya luego, si acaso, recogeremos los trozos de nuestros sueños muertos. Y es que nunca aprendimos a no

Los secretos pesan.

Odio cada segundo que te recuerdo, pero más odio no poder darte todos los abrazos que quiero darte. Odio no poder decirte cuánto te echo de menos. Cada segundo es una tortura y sé que no aprobarías esto. Me dirías "Annie, tu felicidad no depende de nadie. Sólo depende de ti misma." Y te diría que eso ya lo sé, pero no sabría explicarte ni decirte lo que realmente siento. Supongo que este secreto me lo llevaré a la tumba, nunca lo sabrás. A no ser que el destino nos vuelva a unir. Y quién dice destino, se refiere realmente a quién tendrá que dejar su orgullo para que todo empiece de nuevo o para revivir el dolor. Creo que tenías razón en la mayoría de las cosas que dijiste, pero también creo que llevas razón porque estás dejando que pasen. Y no sé si lo estás haciendo queriendo o no. Cuando pierdes a alguien, puedes recordar cómo se movía, sus gestos, su sonrisa, sus ojos, sus manos pero nunca puedes recordar el sonido de su voz.  En este caso, se puede decir que

Fin.

A fin de cuentas, esto es lo que ha quedado. Un montón de dudas y silencio. Sí, a pesar de todas las palabras, silencio. Y muchos días bonitos en los que, al principio, no paraba de llover. Pero eran bonitos porque tú los hacías especiales y bonitos.  Días llenos de alegría y felicidad. Y ahora que no estás, no me creo que la felicidad exista porque no hay felicidad si no es contigo. Y esto es lo que ha quedado, porque yo no estoy. Me fui cuando te fuiste porque  ya sabía que no podía pagar la soledad tan grande que iba a sentir.
Todo empieza por una frase, una frase que lo resume todo. En este caso no. Aquí hay sentimientos y pensamientos acumulados, la mayoría no tienen sentido. Son fugaces, aparecen sólo para amargarte, para crearte más dolor. No hay un orden, no hay nada principal ni nada secundario. Supongo que todo se traduce a que cada palabra, que soltaste por la boca, se han transformado en una enorme tortura. Si, ya de por si, duelen los trocitos, imagina que esos miles de trocitos se vuelven a hacer añicos y, al final, sólo queda polvo. Polvo que se lo lleva el aire. Y que por mucho que te esfuerces por reconstruir la zona, siempre va a haber un pensamiento que destruya, otra vez, esa zona. Creía que era culpa mía porque pasaba mucho tiempo sola y eso me hacía pensar. Pero no me había dado cuenta de que, en realidad, era porque seguía manteniendo contacto contigo. No podía mostrarme como siempre porque claramente no estaba en condiciones como para estar como siempre, pero tampoco podía comportarme

Él se metió en el laberinto de sus ojos. Cuando ella los cerró, él quedó atrapado para siempre.

Ella no sabía cómo de importante era él, dejó que penetrara en su piel, igual que el sol te broncea en verano, lentamente. Ya no había vuelta atrás. Ella quería más, él menos. El final se acercaba y ella sólo quería verlo, sentirlo, saber que todo iba a estar bien. Pero el día final llegó. Ella se quedó sin palabras que decirle, no pudo decirle que lo quería y que si creía posible todo lo que él  decía que no podía ser. Ella sólo quería llorar pero no quería que él la viese. No quería ser vulnerable y acabar diciéndole, entre lágrimas, lo que de verdad sentía por dentro, el enorme cariño que le tenía. Un cariño que no se podía comparar con una amistad. El último beso que se dieron, fue distinto. Ella quería que fuera eterno. No podía creer que ya no lo vería más, no quería creer eso. Cuando ella llegó a su casa, se encerró en su cuarto y se puso a llorar. Era tan grande el dolor que sentía que no podía parar. Sólo hubo un momento en el que pudo dejar de hacerlo y fue porque él le

A veces pido demasiado.

Quizás, te estoy pidiendo demasiado al querer que te quedes más tiempo, al querer queme abraces y no me sueltes. Creo que quiero mucho contigo y tu muy poco conmigo. No quiero una eternidad pero tampoco quiero que sea algo fugaz.  Y, vale, ya sé que las cosas tienen su fin, su duración y, a pesar de los meses, me parece muy poco tiempo. Sí, muy poco. No he tenido suficiente todavía. Incluso puede ser que nunca me sacie ni tenga suficiente. Y tampoco quiero eso. No soy de esas personas que dicen lo que sienten pero si lo tuviera que decir en este preciso momento, supongo que diría que me siento triste, bastante triste. Es de esas tristezas que aunque llores, no se va. Es como si fuera capaz de llorar hasta que se me secaran los ojos. También pienso que lo mismo nada de esto fue real, pero entonces no tiene sentido que me sienta así. Creo que de vez en cuando, se me escapa una sonrisita porque recuerdo algo hermoso que hiciste o hicimos. Pero, luego, vuelvo a estar triste por la añora
Nunca me gustó quedarme más tiempo del necesario, ni hice que algo durase para siempre. Simplemente que durase lo suficiente como para que fuera bonito y fácil de olvidar. No puedo ser cómo ese invierno frío que nos recuerda que un día tuvimos a una persona que nos dio calor, ni ser ese verano donde pasábamos las tardes comiendo helado para sentir un poco de frescor..  No puedo tener una mirada alegre cuando todo se está derrumbando, y todas las emociones, que surgieron con tu llegada, están empezando a colapsar. No puedo salir huyendo, es demasiado tarde. No puedo fingir que no va a pasar nada cuando las voces del interior de mi cuerpo ya me lo están gritando y advirtiendo. A estas alturas no puedo mirar atrás sin pensar en que lo más probable sea que ya no habrá más momentos así. El tiempo nos destruye, pero también nos hace fuertes. O, al menos, eso dicen. A todos nos falta, de vez en cuando, una mirada que nos diga que todo va a salir bien, un abrazo de esos que te quitan