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Mostrando entradas de febrero, 2014

Fin.

A fin de cuentas, esto es lo que ha quedado. Un montón de dudas y silencio. Sí, a pesar de todas las palabras, silencio. Y muchos días bonitos en los que, al principio, no paraba de llover. Pero eran bonitos porque tú los hacías especiales y bonitos.  Días llenos de alegría y felicidad. Y ahora que no estás, no me creo que la felicidad exista porque no hay felicidad si no es contigo. Y esto es lo que ha quedado, porque yo no estoy. Me fui cuando te fuiste porque  ya sabía que no podía pagar la soledad tan grande que iba a sentir.
Todo empieza por una frase, una frase que lo resume todo. En este caso no. Aquí hay sentimientos y pensamientos acumulados, la mayoría no tienen sentido. Son fugaces, aparecen sólo para amargarte, para crearte más dolor. No hay un orden, no hay nada principal ni nada secundario. Supongo que todo se traduce a que cada palabra, que soltaste por la boca, se han transformado en una enorme tortura. Si, ya de por si, duelen los trocitos, imagina que esos miles de trocitos se vuelven a hacer añicos y, al final, sólo queda polvo. Polvo que se lo lleva el aire. Y que por mucho que te esfuerces por reconstruir la zona, siempre va a haber un pensamiento que destruya, otra vez, esa zona. Creía que era culpa mía porque pasaba mucho tiempo sola y eso me hacía pensar. Pero no me había dado cuenta de que, en realidad, era porque seguía manteniendo contacto contigo. No podía mostrarme como siempre porque claramente no estaba en condiciones como para estar como siempre, pero tampoco podía comportarme

Él se metió en el laberinto de sus ojos. Cuando ella los cerró, él quedó atrapado para siempre.

Ella no sabía cómo de importante era él, dejó que penetrara en su piel, igual que el sol te broncea en verano, lentamente. Ya no había vuelta atrás. Ella quería más, él menos. El final se acercaba y ella sólo quería verlo, sentirlo, saber que todo iba a estar bien. Pero el día final llegó. Ella se quedó sin palabras que decirle, no pudo decirle que lo quería y que si creía posible todo lo que él  decía que no podía ser. Ella sólo quería llorar pero no quería que él la viese. No quería ser vulnerable y acabar diciéndole, entre lágrimas, lo que de verdad sentía por dentro, el enorme cariño que le tenía. Un cariño que no se podía comparar con una amistad. El último beso que se dieron, fue distinto. Ella quería que fuera eterno. No podía creer que ya no lo vería más, no quería creer eso. Cuando ella llegó a su casa, se encerró en su cuarto y se puso a llorar. Era tan grande el dolor que sentía que no podía parar. Sólo hubo un momento en el que pudo dejar de hacerlo y fue porque él le

A veces pido demasiado.

Quizás, te estoy pidiendo demasiado al querer que te quedes más tiempo, al querer queme abraces y no me sueltes. Creo que quiero mucho contigo y tu muy poco conmigo. No quiero una eternidad pero tampoco quiero que sea algo fugaz.  Y, vale, ya sé que las cosas tienen su fin, su duración y, a pesar de los meses, me parece muy poco tiempo. Sí, muy poco. No he tenido suficiente todavía. Incluso puede ser que nunca me sacie ni tenga suficiente. Y tampoco quiero eso. No soy de esas personas que dicen lo que sienten pero si lo tuviera que decir en este preciso momento, supongo que diría que me siento triste, bastante triste. Es de esas tristezas que aunque llores, no se va. Es como si fuera capaz de llorar hasta que se me secaran los ojos. También pienso que lo mismo nada de esto fue real, pero entonces no tiene sentido que me sienta así. Creo que de vez en cuando, se me escapa una sonrisita porque recuerdo algo hermoso que hiciste o hicimos. Pero, luego, vuelvo a estar triste por la añora