Todo empieza por una frase, una frase que lo resume todo. En este caso no. Aquí hay sentimientos y pensamientos acumulados, la mayoría no tienen sentido. Son fugaces, aparecen sólo para amargarte, para crearte más dolor. No hay un orden, no hay nada principal ni nada secundario. Supongo que todo se traduce a que cada palabra, que soltaste por la boca, se han transformado en una enorme tortura. Si, ya de por si, duelen los trocitos, imagina que esos miles de trocitos se vuelven a hacer añicos y, al final, sólo queda polvo. Polvo que se lo lleva el aire. Y que por mucho que te esfuerces por reconstruir la zona, siempre va a haber un pensamiento que destruya, otra vez, esa zona.
Creía que era culpa mía porque pasaba mucho tiempo sola y eso me hacía pensar. Pero no me había dado cuenta de que, en realidad, era porque seguía manteniendo contacto contigo.
No podía mostrarme como siempre porque claramente no estaba en condiciones como para estar como siempre, pero tampoco podía comportarme de forma fría. Ser fría era como destruirme poco a poco, como si estuviera buscando una salida que nunca aparece.
Y todo eso quema. Quema por dentro. Te guardas cosas que sabes que deberías decir; y, por otro lado, dices cosas en busca de respuesta y no obtienes nada. Bueno, obtienes más dudas y crees que puedes soportarlas todas. Hasta que te das cuenta de que no, de que esas dudas también te queman. Queman cada trocito de cariño que te queda y sientes como arde, notas como puedes explotar de un momento a otro y lo único que puedes hacer para evitarlo es llorar. Llorar hasta que te duelan los ojos, hasta que te canses y te quedes dormida.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Qué esperas?

"No he muerto, solo me fui antes."

El camino los unió y los separó.