Nunca me gustó quedarme más tiempo del necesario, ni hice que algo durase para siempre. Simplemente que durase lo suficiente como para que fuera bonito y fácil de olvidar. No puedo ser cómo ese invierno frío que nos recuerda que un día tuvimos a una persona que nos dio calor, ni ser ese verano donde pasábamos las tardes comiendo helado para sentir un poco de frescor.. 
No puedo tener una mirada alegre cuando todo se está derrumbando, y todas las emociones, que surgieron con tu llegada, están empezando a colapsar. No puedo salir huyendo, es demasiado tarde. No puedo fingir que no va a pasar nada cuando las voces del interior de mi cuerpo ya me lo están gritando y advirtiendo.
A estas alturas no puedo mirar atrás sin pensar en que lo más probable sea que ya no habrá más momentos así. El tiempo nos destruye, pero también nos hace fuertes. O, al menos, eso dicen.
A todos nos falta, de vez en cuando, una mirada que nos diga que todo va a salir bien, un abrazo de esos que te quitan los miedos y las ganas de llorar porque sabes que esa persona no te va a soltar, o incluso.. Un beso de esos que nos devuelve el aire que nos falta para respirar, esos besos que parecen eternos.
Podríamos salir corriendo, volvernos y quedarnos, o salir corriendo y no volver nunca. Podríamos llegar y rompernos lentamente de la forma más dulce, o también podríamos irnos y llorar mientras te cuento mi insomnio, mis preocupaciones..
Podríamos hacer muchas cosas pero es mejor dejarlo, ya no queda casi nada de esperanza. Todo este mundo se la ha ido llevando y duele ver cómo la poca que queda, va desapareciendo.

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