A veces sólo es necesario creer que es posible.

La vida pasa tan rápido como cuando se marcha un avión surcando el cielo y como pasan los atardeceres en tan sólo unos minutos. También hay cosas que tienen prisa por alejarse, aunque nunca se hayan acercado tanto como para notar luego su pérdida. 
Como esas miradas tristes, debido a la incomprensión, que se pierden cuando nadie mira.
O cuando buscamos otras respuestas a las preguntas que nos sabemos de memoria.
Y cada vez que nos soñamos, nos rompemos un poco más a nosotros mismos. Los sueños nos gritan lo que queremos y, la verdad, yo ya estoy harta de que vagar en ellos sin rumbo y encontrarte al final del camino. Luego caminamos como si nada, como si quisiéramos que el tiempo fuera nuestro favor.
Y todo esto lo recuerdo con el sonido de la lluvia pero no está lloviendo. 
Y si luego nos encontramos en la calle, nos ponemos una máscara y dejamos que jueguen las apariencias que ya luego, si acaso, recogeremos los trozos de nuestros sueños muertos.
Y es que nunca aprendimos a no tener esa necesidad de estar juntos, a esas ganas de besarte.
Ya nunca es de día, siempre es de noche. Ya nunca me levanto de la cama sin recordar tu sonrisa y tu hermosa cara. Sin olvidar tus gestos, tus manos, tus ojos.. Sin olvidarte.
Y cada vez que me quedo en silencio, no busco una excusa ni una razón que no seas tú. Simplemente, no lo digo por que ya se sabe, que no importa la hora que sea ni el tiempo que pase, que tú estás siempre en mi mente. Eres el centro de mis pensamientos, incluso cuando duermo.
Y, la verdad, yo no soy de escribir cosas de amor pero si hiciera falta que las escribiera para que supieras cuánto te echo de menos, créeme que las escribiría. Aunque eso significara quedarme sin palabras de amor para el resto de mi vida por que a nadie le escribiera lo que yo te escribiría a ti.

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