Lo que más me gusta: tú, tú y mil veces tú.

Si me dieran apenas unos pocos minutos para decir que es lo que más me gusta, diría que me gusta el olor a café recién hecho, que me gusta escuchar la lluvia, que me gustan las lentejas, que me gustan las rosas rojas, que me gustan los tacones, que me gusta el olor de un libro nuevo, que me gusta recordarte, que me gustan mis amigos.
Diría también que me gusta como soy cuando estoy contigo y cuando no estoy contigo también, que me remolonear en la cama hasta las tantas de la mañana, que me gusta verte sonreír, que me gusta el chocolate, que me gustan los atardeceres, que me gusta recordar el día que amanecimos juntos, que me gusta hacer fotos, que me gusta explotar pompas de plático hasta que se escuche como si fuera una tormenta, que me gustan los gatos, que me gustan los peluches, que me gustan tus manos.
Y seguiría diciendo que me gusta ver como dos personas se quieren por encima de todas las cosas, que me gusta el día de San Valentín y celebrarlo aunque no tenga pareja, que me gusta escuchar tu voz, que me gusta imaginarme historias de amor improbables, que me gustan tus ojos marrones. Pero encima de todo lo que más me gusta eres TÚ.
Sí, tú eres lo que más me gusta. Me gusta imaginarme que un día volverás a hablarme. Sé que es improbable que leas o lo escuches esto algún día, bien por otra boca o por la mía, cosa que dudo. Pero esto te lo diría cada mañana al despertar, te diría que eres lo que más me gusta y lo mejor que me ha pasado. Y por mucho que nos empeñemos en decir que esto no funciona, es mentira porque yo lo volvería a intentar una y otra vez aunque todas salieran mal porque solo por el simple hecho de verte sonreír, entonces ya mereció la pena intentarlo.

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