Fue lo que quedó cuando te fuiste.

La felicidad viene en pequeñas dosis y paquetes, la mía se fue cuando te marchaste.
Era feliz cuando estaba contigo, me protegías en muchas ocasiones; y aunque no hacía caso de tus consejos siempre estabas a mi lado.
Cuando te marchaste ni siquiera me pude despedir de ti. Sin embargo, esa tarde me la pasé llorando y me dí cuenta de la cantidad de momentos que no habíamos podido compartir como así, también de los momentos que no compartiríamos nunca.
Si me hubiera despedido de ti, te habría dicho cuanto te quería y que sentía no haber podido estar contigo esos duros años de tu vida,  pero me apartaron de ti y lo peor fue que yo lo permití. Todo este tiempo te he estado extrañando, sé que apenas lo he demostrado pero lo he sentido y te he hablado alguna que otra noche pero tu no estabas a mi lado aunque si que me escuchabas desde lejos.
Apenas tengo recuerdos de momentos compartidos, creo que hay una, o quizás dos fotos tuyas por algún viejo álbum pero aún guardo la muñeca que me regalaste hace ya bastante. Tampoco me acuerdo de tu voz, ni el color de tus ojos pero cada vez que me miran a los ojos dicen que soy igual que tu. Dejaste algo en mí y me alegro de ello porque así puedo pensar que cuando te fuiste tu ser se quedó conmigo. Te he sentido cerca en cada momento de mi vida y hasta has llegado a darme esa seguridad que, en la mayoría de ocasiones, me hace falta.
Eso es lo que queda de tu paso por esta vida, vagos recuerdos borrosos y dolorosos pero a la vez me alegro de haberte conocido y haber tenido a una abuela tan buena como tú.